Continuamos el relato del último post «Resfriados» extraído del libro: Amenazan con quererme, de Valentín Escudero, terapeuta familiar sistémico, investigador de la Universidad de la Coruña (España), co- creador del SOATIF, sistema de observación de la Alianza Terapéutica en intervención familiar (ver al respecto Mosaico nº 25 o Perspectivas Sistémicas nº 77).
-Bueno, me gustaría hacer algo, quisiera intentarlo. Háblame un poco más de Rosa ¿quieres?
-Es cariñosa, es buena, es divertida. Es guapa -su rostro se ilumina de nuevo.
-¿Qué problema tenía para no poder hacer que fueseis al cole y esas otras cosas?
-Tien un problema de drogas. A veces la cosa se le pone peor, y eso…-responde con dificultad para terminar la frase porque su voz se quiebra y su respiración se interrumpe.
Me mira directamente y yo siento que el mundo no tiene sentido para ella. Y en ese momento quiero que tampoco lo tenga para mí. No quiero ser un adulto que puede analizarlo y entenderlo, quiero ser un niño que está perdido con ella. Quiero esta de acuerdo con ella en que esto no tiene sentido, no es justo, y no hay quien lo entienda. Diana tiene trece años y está atrapada en una red de desesperanza e incomprensión. Yo viví algo parecido a su edad y lo reconozco con facilidad, incluso lo reconocería aunque no quisiera, lo he visto por desgracia muchas veces en esta misma sala de terapia.
-Siento lo de Rosa -le digo, mirando al suelo.
-Gracias.
-¿Has hablado con ella?
-No me dejan, me dicen que no saben dónde está.
-¿Podría ser?
-íS, igual se encuentra mal y no está en casa. Estar sin Dani y sin mí… seguro que está mal.
-No sabes nada de ella…
-No.
-¿Y has hablado con Dani?
-Todavía no -responde, negando con la cabeza en un gesto de dolor.
-Me gustaría hablar con Dani, y con su abuelo, el padre de Rosa, y con Rosa. Y con tu padre. ¿Qué te parece?
-¿Tú puedes hacer eso?
-Si a ti te parece bien, lo puedo intentar.
-Gracias.
-¿Tú estás bien?
-No lo sé.
-Vale, no te preocupes. ¿A quién queres que yo conozca primero?
-Habla con Rosa y con Dani. Por favor.
-¿Tienes miedo de algo?
-Sí, la verdad es que sí. Todo lo que me prometen se estropea enseguida, no me fío de nada. Tampoco sé qué va a pasar, me temo lo peor, que Rosa esté muy mal.
-¿La has visto estar mal otras veces?
-Sí, fatal.
-¿Quieres contarme? -le pregunto en un susurro casi inaudible.
-Otro día, ¿vale? -me responde con una sonrisa agradecida. ¿Cuándo tengo que volver?
-Cuando quieras, ¿la semana que viene?
-Vale.
-Como todavía queda un rato de esta sesión, ¿por qué no hablamos de cosas agradables de tu vida con Rosa y Dani?
-Dani es supergracioso…
Se arrancó así a contarme cosas cotidianas, cosas sin importancia, hablando sin parar como una adolescente encantada de conocerse. Pero al avanzar en su perorata su respiración se iba haciendo cada vez más agitada, y su risa volátil y contagiosa se iba haciendo cada vez más frágil y emotiva. En pocos minutos de una forma sencilla, como una cometa que aterriza con suavidad y elegancia en una playa desierta, Diana comenzó a llorar.
-No me pasa nada -me dijo sin dejar de llorar.
-No hay problema -le dije, fingiendo distraccion mientras le ofrecía la inevitable caja de pañuelos.
-íLos míticos kleenex ¿Preparados para todo eh? -me dijo sonriendo, al tiempo que limpiaba sus lágrimas en el pañuelo que acababa de arrancar de la caja. Su inmensa y contagiosa sonrisa enjuagada en lágrimas hizo que todo se iluminase inesperadamente. Ambos miramos por la ventana porque una nube se había desplazado un poco y un chorro de luz había entrado subrepticiamente al fondo de la sala.
-¡No! ¡Qué va! -le contesté, imitando su tono de comedia. Los kleenex los tengo para la gente que viene resfriada, los inviernos son duros, ya lo sabes.
-Resfriados del alma ¿no?