51 mujeres adolescentes y jóvenes han sido asesinadas por sus parejas entre 1999 y 2017, siendo muchos de sus asesinos menores de 20 años. Muertes violentas en el contexto de relaciones “amorosas”.
Sí, los jóvenes aman, y los jóvenes cometen actos violentos. Y puede que también les ocurra, como a los adultos, que llamen amor a cosas que no lo son.
La llamada violencia de género no es un fenómeno transitorio y puntual, sino que en general se va tejiendo en una relación violenta que dura en el tiempo, va encerrando a la víctima en una telaraña que busca dominar, imponer, poseer. Algunas de estas relaciones acaban en agresión física, otras en asesinato, otras nunca llegan a hechos de violencia extrema, a denuncias, a daños físicos, pero igualmente son violentas.
Debemos trabajar en prevenir, combatiendo todas aquellas creencias, conductas y actitudes que están en la raíz de esta violencia. Y que quizá por superficialidad o por inconsciencia consentimos.
Lo contrario de amar es POSEER
Quien ama respeta al otro, lo quiere libre, al máximo de sus posibilidades, y eso supone que el otro llega donde yo no llego, ama, vive, siente y crece más allá de mí, yo no conozco todas sus relaciones, no abarco todo su mundo. El amor requiere generosidad para aceptar que el otro puede caminar incluso alejándose de mí; requiere riesgo de sufrir si el amado sufre, me abandona o muere.
Poseer al otro lo convierte en objeto. Es querer al otro como el que quiere una prenda de ropa, una cerveza, una cosa. En las relaciones de los jóvenes (igual que en las parejas adultas) hay violencia siempre que el otro es utilizado. Para mi placer, para pasar un rato, para entretenerme mientras no encuentro pareja o mientras mi pareja está lejos, para dar celos a mi expareja…
Celos y control
Una forma más de poseer. 6 de cada 10 adolescentes víctimas de violencia de género sufren acoso a través del teléfono móvil y las redes sociales. De ellas, un 50 % no es consciente de que está sufriendo violencia.
Disfrazados de preocupación, de amor e intensidad… los celos se convierten en justificaciones para encadenar al otro. La vigilancia deriva frecuentemente en chantaje “¿por qué hablas con esa persona más que conmigo? Parece que yo no soy suficiente…”.
Confiar supone riesgos, como toda hermosa aventura. Es necesario cultivar día a día en pareja un espacio íntimo que es sagrado y es sólo de los dos. ¡Y confiar! Ninguna norma, prohibición o chantaje es más poderoso que los lazos frágiles y delicados del amor y la confianza.
La superficialidad también daña
La violencia en ocasiones se origina al actuar sin poner todas nuestras capacidades en juego. Sin pensar, sin sentir, sin escuchar… Siempre que no pensamos en el bien y la felicidad del otro, siempre que no ponemos las cartas sobre la mesa de lo que buscamos y deseamos para el futuro, siempre que nos dejamos llevar por el “me apetece”, existe un enorme riesgo de usar al otro. Y por tanto de dañarlo, dañar la relación y dañarnos a nosotros mismos, porque las personas somos sujeto, nunca objeto.
Esta sociedad ha santificado el “me apetece”, que no es más que una parte de nuestra experiencia vital. A veces es contrario a nuestro verdadero deseo y nos roba la libertad. Por ejemplo, puedo desear aprobar el curso, pero “me apetece” levantarme tarde, perder tiempo… y si le doy la soberanía al apetecer iré contra mis propios objetivos. Puedo desear una relación de pareja con respeto, generosidad y alegría, pero el “me apetece” me lanza a protestar por cada contrariedad, a poner por delante mis gustos… a cargarme en definitiva el “nosotros”.
Veamos un ejemplo. Si dos jóvenes tienen una relación, y no saben bien por qué, y resulta que uno de los dos realmente quiere a otra persona… va a haber dolor. La superficialidad de ambos juega un papel en la violencia que supone no respetar los tiempos y deseos de cada uno. Y queda un gusto amargo… ¿le he utilizado? ¿me ha utilizado?…¿para un rato…?
La inmediatez juega en nuestra contra cuando la razón para hacer algo es “le tengo que complacer”, “lo tiene que pasar bien”, entendiendo el placer como una sensación inmediata que no tiene ninguna relación con mis planes de futuro, el tipo de persona que quiero ser o el tipo de relaciones de pareja que quiero construir.
A veces les he preguntado a los jóvenes si son capaces de mirarse a los ojos y hablar con calma y a fondo en pareja de las relaciones sexuales en las que se embarcan. Del momento de cada uno, de la posibilidad del embarazo… ¡La respuesta es no! Incluso alguno, con una sinceridad conmovedora, añade: “posiblemente si lo hablásemos… no lo haríamos”. Implicar el cuerpo y dejar fuera la razón, el afecto, el sentido… va contra la libertad.
El consentimiento no es excusa para dañar al otro
Una justificación muy habitual para utilizar al otro es el consentimiento. “Ambos queríamos”.
Ambos podemos decir que sí a algo que en realidad nos daña. Incluso algo que no queremos. He escuchado muchas historias de relaciones sexuales donde la motivación fue “porque era lo normal”, “porque llevábamos juntos tanto tiempo…” “porque para ella era importante”… Eso no siempre es querer.
Que nadie nos fuerce físicamente no significa que el consentimiento sea libre. Existe el chantaje más o menos directo “te dejo si no…”, “¿por qué no quieres? ¿es que no confías en mí?” “si me quisieras lo harías”… También la presión del ambiente y muchas otras situaciones contra la libertad. Un consentimiento formal no es un “querer”.
Nos daña aceptar una relación en infidelidad, nos daña aceptar secretos “esto queda entre nosotros”, estas cosas ocultas nos encierran, ningún amigo puede verlas y ayudarnos, o darnos su opinión; muchos de estos secretos no nos dejan ser libres.
No digamos en el aborto. Al margen del debate sobre la ley, hay bastante acuerdo en que supone violencia, y en que la mujer experimenta dolorosamente tal violencia. Es muy habitual que además ella se vea “empujada” por la precariedad laboral o la explotación, la falta de red social, la falta de vivienda digna. Muchas son presionadas por su instituto y los servicios sociales, su propia familia o su pareja. Y finalmente, abandonadas violentamente a vivir su dolor en soledad. “Porque ella lo ha decidido”, “lo ha consentido”.
El camino del amor
En la vida el cambio no sólo es posible, sino inevitable. Estamos continuamente cambiando biológica, social, cultural, políticamente…
Por eso algunas definiciones del “maltratador” pueden ser peligrosas por estáticas. Es verdad que el maltrato y la violencia tienen algunos patrones. Pero una persona que ha cometido un acto violento no debe ser etiquetado como “maltratador”. Es violencia toda agresión física, y lo es también la amenaza, el chantaje y la humillación. He sido testigo de cambios profundos en personas que pasaron de la violencia a una nueva forma de relación en la pareja, la familia o el entorno social.
Ninguna agresión que hayamos sufrido, ninguna violencia que hayamos cometido sobre otro nos impide decidir un camino diferente de amar en libertad, de forma generosa y noviolenta. El sufrimiento y el error pueden ser fuentes de aprendizaje, que además nos enseñan a ser más humildes, a conocernos mejor a nosotros mismos y ser más comprensivos con otros.
Para esto necesitamos pararnos, mirar de frente nuestros actos y motivaciones y criticarlos y cambiarlos si promueven, contienen o consienten la violencia.
La violencia no rima con el amor.
Estoy de acuerdo en que siempre tiene que haber diálogo y conversación entre parejas sobretodo sobre el sexo ya que es algo que influye en la intimidad de la persona. A través del diálogo y compromiso por ambas partes no habrá ningún problema ni malentendido. Además no hay que tener miedo a decir que no, si la otra persona te quiere puede esperar el tiempo que haga falta.
¡Si al diálogo y no a la violencia!
Alucinante. Creo que es muy necesario que lo lea mucha gente. Hoy en día se confunden muchas cosas y ni siquiera somos conscientes del daño que podemos generar, porque no pensamos las cosas detenidamente. hoy en día todo va tan rapido que no tenemos tiemepo ni para pensar lo que realmente queremos, que no es lomismo pasarlo bien que ser feliz, que no es lo mismo placer que deseo y que cuando se confunden es cuando la violencia, sin darnos cuenta, llega.
Creo que el final del articulo es lo mejor porque después de leer todo lo anterior y abrir los ojos de una manera tan brutal, lees que no eres «malo» por ello y que rectificar y pedir perdón no es solo posible si no que es necesario.
Gracias Pili.
Creo que también es importante conocerse a uno mismo e irse dando cuenta de qué es lo que a cada uno le hace feliz, porque no hay dos personas iguales y a cada uno nos hacen felices cosas diferentes. Estoy completamente de acuerdo en que la comunicación es muy necesaria y sin ella se pueden llegar a malentendidos y a herir a otras personas sin darnos cuenta.
Consideramos que este artículo esta basado en la ciencia y en la experiencia de una psicóloga, por ello, pensamos que es un buen articulo ya que conocemos casos. Sin embargo sabemos que tenemos que seguir informándonos sobre el tema y conocer otras y todas las realidades para sacar una opinión que este realmente correcta.
Pensamos que las personas somos sujeto no objeto, hay que tener en cuenta la realidad del otro, lo que piensa, lo que siente….
Una relación de pareja sin diálogo supone que la violencia y el desentendimiento se acabe apoderando de la relación.
Desde el punto de vista que los cinco tenemos en esta etapa de adolescencia y de desarrollo tanto fisico como mental, todos coincidimos que no debemos celar en exceso a nuestra pareja, tenemos que dejar espacios y no ser posesivos. También estamos de acuerdo que se deben hablar las cosas con la pareja, para que todo quede claro, que se sepa que los dos quieren, estan preparados y desean demostrar su amor. Sobretodo nos gustaría recalcar la importancia de la comunicación entre ambos en torno a la posibilidad del embarazo, ya que luego pueden pasar problemas y discusiones, e incluso se pueden dar cuenta de que no deberian estar juntos o mantener relaciones.