Compartimos con vosotros un texto del libro Amenazan con quererme, de Valentín Escudero, terapeuta familiar sistémico, investigador de la Universidad de la Coruña (España), co- creador del SOATIF, sistema de observación de la Alianza Terapéutica en intervención familiar (ver al respecto Mosaico nº 25 o Perspectivas Sistémicas nº 77).
«No tengo ni idea de por qué estoy aquí»
Su actitud era relajada y su mirada amable. Diría que era una mirada curiosa, casi amistosa. Pero era obvio que no tenía ningún interés en comenzar la terapia. Es más, no creo que supiese qué podría ser o a qué podría parecerse una terapia en la unidad de terapia familiar.
-¿Has venido a la fuerza? -le pregunté.
-No. Me han dicho que tíena que venir y no me ha parecido mal porque así al menos salgo un poco del centro. Me ha traído el director, está fuera.
-Sí, ya le he saludado.
Se produjo un momento de silencio en el que nos miramos con cierta inquietud. Era obvio que era mi responsabilidad dar comienzo a la sesión, pero por alguna razón me sentía a gusto así, sin hacer nada. Y la situación no era en absoluto tensa, yo diría que incluso resultaba un poco divertida.
-¿Qué quieres que hagamos? -le pregunto por fin.
-No sé, lo que tú quieras. Yo estoy bien.
-¿Quieres decir que estás bien aquí ahora? ¿O que estás bien en general y que por eso no necesitas venir a ninguna consulta como ésta?
-Las dos cosas ¿Pueden ser las dos cosas? -pregunta con todal sinceridad, sin atisbo de ironía.
-Claro. Y me gusta la parte de que estés bien ahora. Si te parece, ya que se han tomado la molestia de traerte de tan lejos, podemos probar.
-Vale. ¿Qué hay que hacer? -dice en un tono animoso.
– Cuéntame lo que te parezca de ti, por ejemplo, ¿cuántos años tienes?
-Trece, hago catorce dentro de tres meses.
-¿Te gustaría contarme por qué estás en un centro de menores? Quiero decir, ¿qué ha pasado en tu familia para que estés en acogimiento?
-¡Complicado! -me responde con ua mueca graciosa que reúne sus labios y su pecosa nariz.
-Sí, ¡vaya pregunta para comenzar! -rectifico avergonzado. Olvídala, cuéntame sobre…
-No, no hay problema, te cuento. Pues no lo sé, no sé lo que ha pasado. Todo iba muy bien. Yo estaba viviendo con Rosa y mi hermano, que, bueno, no es mi hermano… es hijo de Rosa. Espera ¿tú no sabes nada de mí? -pregunta de pronto con una cara de sorpresa que hace imposbile no romper a reír. ante mi risa, ella estalla en una carcajada inesperada y contagiosa.
-Perdona, no sé muy bien de qué nos reímos -le digo conteniendo apenas mi risa.
-Ni yo. Pero se supone que tú eres el psicólogo, que lo tienes que saber todo -me dice en tono irónico pero afable.
-Vaya, pues lo siento, dame otrra oportunidad -le respondo en su mismo tono. Mira, la verdad es que tengo un documento ahí en mi despacho que habla de tu vida, pero como te iba a tener a ti en persona pensé que nadie me lo contaría mejor que tú.
-¡Uhuhuy! ¡Aquí Diana en directo contando sus cosas! -exlama, acercando un imaginario micrófono a su boca.
-Puedes contar lo que te parezca. Tampoco hace falta que todo sea verdad.
-¡Esa sí que es buena! ¿Puedo inventar?
-Lo que te parezca mejor para que yo te conozca un poco, la parte que quieras de ti. Vale adornarlo e incluso inventar.
-Pues te voy a decir la verdad -lo dice con rotundidad, como si fuese a revelar algo inusitado. Hay un tipo de Menores, no sé ni cómo se llama, que ha montado todo este lío. Llevo dos meses en un centro porque él lo decidió y no me dejan ver a Rosa. Ni a Dani.
-El hijo de Rosa… tu, digamos, «hermano» ¿no?
-Eso.
-Rosa entonces… no es tu madre, ¿no?
-Yo la llamo mamá, pero no es mi madre en ese sentido…
-Biológico.
-Eso.
-¿Cómo es que vives con ella?… Si quieres contármelo.
-Mi madre se marchó cuando yo tenía unos dos años, creo que tenía dos o tres años. Viví con mi padre y mi abuela.
-¿La madre de tu padre?
-Eso. Y mi abuela murió hace cinco años. Yo iba siempre a casa de Rosa, mi padre estaba fuera o simplemente le parecía bien, no sabría qué decirte. Y no sé cómo fue que día a día viviendo con ella y con Dani. Y no había ningún problema.
-Dani, tu hermano, ¿cuántos años…?
-Para mí es como mi hermano. Tiene los mismos años que yo.
-Y Rosa y tu padre, ¿son?
-No son novios ni lo han sido. Creo. Son amigos. A veces. No sé, la verdad es que no se llevan muy bien. Si te digo la verdad, creo que hace mucho que no se hablan.
-Y hace unos meses que estás en un centro… ¿pasó algo?
-Pues nada. Vinieron de Menores, los de la Junta, y me pusieron a mí en un centro y a Dani le llevaron con su abuelo, el padre de Rosa.
-¿Tuvo Rosa algún problema? -pregunto con el tono del que se disculpa por haber pisado.
-Fue clpa mía y de Dani, por no ir al cole y cosas asi -responde preocupada y mirándome fijamente a los ojos.
-Y tu padre, ¿dónde estaba? ¿qué dice?
-Mi padre me ha dicho que va a ir a las oficinas de menores de la Junta, y que va a sacarme del centro «sí o sí». Pero todavia no ha hecho nada. La verdad, no creo que haga mucho.
-¿Y Rosa?
-¡Es que no puedo hablar con ella! No lo entiendo. ¿Tú crees que hay derecho? ¿Tu crees que voy a esperar a tener dieciocho años para volver a casa? Dime si esto es justo.
-No, no, esto no funciona así -le respondo mostrando todo mi interés y acercando mi silla hacia la suya. Tú tienes derechos, y por supuesto no se está en un centro para eso, ni tampoco tanto tiempo. Supongo que si te han traído aquí es para ayudar a solucionar los problemas, y estarán haciendo otras cosas que igual todavía no sabes.
-No lo creo. No le veo solución, la verdad. No te parezca mal, pero es que no entiendo qué podemos hacer aqui -dice desviando la mirada a las ruedas de mi silla móvil.
-Bueno, me gustaría hacer algo, quisiera intentarlo. Háblame un poco más de Rosa ¿quieres?